LIBRE COMERCIO, PROTECCIONISMO Y REVOLUCIÓN AMERICANA

 Por Theo Belok.

Alexander Hamilton padre del proteccionismo

Estimados lectores, a continuación compartiré extractos de mi libro "Trump contra el globalismo" Tomo I y II, donde abordo temas complejos relativos al libre comercio, el proteccionismo y la lucha estadounidense por la libertad política y la independencia económica. 

EXTRACTO "TRUMP CONTRA EL GLOBALISMO"  TOMO I -2021

Argentina e Inglaterra estuvieron en guerra por siempre, pues recordemos que Inglaterra en su época dorada de hegemonía global era la fábrica del mundo, y pretendía que Argentina no fuera más que un país agropecuario exportador de materias primas, endeudada con sus bancos. Eso era libre mercado para ellos, pues en Argentina sobraban los recursos naturales que necesitaban. Por su parte, ellos eran la fábrica del mundo y aquí necesitábamos sus productos, pero intentábamos crear nuestra industria nacional para no necesitarlos. El libre comercio parecía algo lógico si no escondiera tras de sí una subordinación y dependencia asimétrica. Algunos de los padres fundadores y libertadores de la argentina advirtieron sobre el peligro y la trampa que representaba la guerra de los valores agregados. La materia prima tiene poco valor agregado, mientras que los productos manufacturados tienen un alto valor agregado. Uno de nuestros padres fundadores, Juan Manuel Belgrano decía: “Los países civilizados no exportan materia prima sin antes transformarla localmente, de lo contrario estarían creando ocupación en el país comprador y desocupación en el país proveedor. No exportemos cuero, exportemos zapatos”. 

La teoría liberal de la ventaja comparativa en la división internacional del trabajo en el comercio internacional, desarrollada por el británico David Ricardo, no era sino una astuta arma ideológica del imperio. El “libre comercio”, o el “mercado libre” hace más ricos a los países industriales y más pobres a los agrícola–ganaderos. Pero no todos en mi país entendieron de qué se trataba la trampa británica. Jamás desarrollamos una industria fuerte y continuamos hasta hoy entre los países subdesarrollados. 

En cambio, gran parte de la elite patriótica norteamericana fundacional, fue mucho más consciente de la importancia vital de esta batalla económica proteccionista de fronteras seguras. Su victoria otorga la independencia y el éxito. Su derrota tiene como resultado la subordinación y la dependencia. 
Recordemos que el padre del liberalismo económico el británico Adam Smith, pretendía que Estados Unidos fuera por siempre una nación agraria, mientras que el imperio británico conservaba su lugar como fábrica del mundo (“complementando sus economías”). Smith sentenció: “Los Estados Unidos son como Polonia, destinada para la agricultura” (List, 1955: p. 97) El padre del liberalismo económico sostuvo que la naturaleza misma había destinado a Estados Unidos exclusivamente a la agricultura, aconsejando a los líderes políticos evitar cualquier tipo de  industrialización. Un consejo bastante interesado.

Afortunadamente para los norteamericanos, sus líderes nacionalistas y patriotas evitaron las recetas liberales de Adam Smith, convirtiendo al país en una nación industrial, próspera e independiente. EE.UU. aprendió tan bien la lección que, una vez industrializado imitó luego el truco británico de la falsa retórica liberal economicista para colonizar económicamente a países periféricos del tercer mundo, para perpetuar las asimetrías. 

Los líderes patriotas de países subdesarrollados que quisieron evitar las recetas neoliberales, apostando por industrializar sus países fueron derrocados y perseguidos. Por ejemplo: Juan Domingo Perón (Argentina).

El veto británico sobre la industrialización en toda América, pretendía en realidad evitar países competidores y autosuficientes. El liberalismo económico mezcló avances en una economía secular, con el mayor engaño sofista de la historia. Hasta el día de hoy, muchos liberales no ven esta trampa de imperialismo cultural–económico. El país que aceptaba –por persuasión– dichas teorías, simplemente evitaba ser competencia industrial para el imperio británico.

Cualquiera que se pregunte por qué Argentina, siendo tan rica en recursos naturales, sigue siendo pobre, debe saber que nosotros tuvimos a Inglaterra impartiendo el falso credo liberal entre la clase dirigente y empresarial, para perpetuar la subordinación económica–financiera–política. Cuando cayó el imperio británico, fue Estados Unidos globalista quien sustituyó su lugar como profesor hipócrita, que viene hablar del éxito del libre comercio, con el objeto de penetrar nuestra frontera con sus productos y la economía con multinacionales y grandes bancos internacionales. Argentina generalmente se ha caracterizado por una clase política traidora, más dispuesta a vendernos desde adentro que a protegernos de los de afuera. Sin embargo Juan M. Rosas, Hipólito Yrigoyen y Juan D. Perón siguieron el ideal del patriotismo nacionalista, pero golpes militares orquestados desde el polo norte, los barrieron oportunamente del ejecutivo nacional.

Fue Inglaterra, –mucho antes que los países comunistas– quienes realizaron la primera guerra cultural ideológica, exportando al mundo la farsa liberal del libre comercio. Solo para que los países que aceptaran tales esquemas conceptuales, cayeran por persuasión en la trampa de abrir voluntariamente sus fronteras para dejar entrar sus productos y compañías, aplastando los competidores locales. 

EE.UU., convertido en potencia utilizaría la misma retórica cuando todavía era la fábrica del mundo (antes de las deslocalizaciones). Es por eso que China hoy predica el libre comercio desde el globalista Foro de Davos.

La experiencia histórica llevó a la nación norteamericana a una forma adaptada de nacionalismo económico, que proponía el proteccionismo económico. Éste entró en confrontación con el liberalismo clásico (Smith–Ricardo), que proponían apegarse a la división internacional del trabajo adoptando el libre comercio. George Washington junto a Alexander Hamilton, desde el gobierno federal, impulsaron el 4 de julio de 1789 la primera ley con características proteccionistas. Las mismas estaban destinadas a proteger la naciente industria con subsidios y aranceles proteccionistas. (Gullo, 2016).

En Estados Unidos, la falsa derecha liberal–globalista ha pasado de mentir al mundo a creer su propia mentira ideológica, abriendo fronteras a China y apoyando la deslocalización de la industria hacia el Tercer Mundo, para “reducir costos” siguiendo las ideas del globalista Milton Friedman (“el beneficio exclusivo de los accionistas”). Provocando así la pérdida de millones de puestos de trabajo y la ruina de la industria nacional.

Hace varias décadas, EE.UU. pasó de ser un país industrial a un país donde predomina el sector terciario de “servicios”. Antes del final aparece Trump y con gran realismo recuerda a todos cuales fueron las claves del éxito: la economía productiva. Como era de esperar, los internacionalistas liberales junto a los cabilderos chinos iniciaron una guerra feroz contra el proteccionismo económico de Trump y su intento de reindustrializar su patria.

Sin fronteras ni aranceles, los países como China pueden inundar a Occidente con sus malos productos a bajísimo costo, haciendo Dumping. A ello hay que sumar el hecho de que su estatus de país privilegiado en la OMC no ha cambiado, lo cual le concede una doble ventaja relativa.

La elite internacionalista ha impulsado la falsa derecha, que no es otra cosa que la oposición controlada al servicio de las entidades financieras globales y la China industrializada. Defienden ciegamente los mercados especulativos, financieros, incluso defienden la usura. A los saqueadores y fondos buitres no les gusta que los Estados regulen ni limiten sus actividades extractivas y parasitarias.


La falsa derecha apoya la globalización económica. Son también falsos amantes de la libertad, que han raptado su bandera y sus símbolos. Su fanatismo se asemeja a la izquierda radical. Sus argumentos falaces y circulares mantienen cautivos a sus ciegos seguidores. Son capitalistas utópicos que creen que los mercados pueden vivir sin los Estados, sin advertir que el capitalismo nació en la Era de los Estados Nacionales.


EXTRACTO DEL LIBRO: "TRUMP CONTRA EL GLOBALISMO. EL RETORNO". TOMO II -2024

Una de las políticas fiscales adoptadas por Trump, que incluía una reducción impositiva, debía influir directamente sobre la mejora de las condiciones de vida de la clase media trabajadora, y esa era su nueva ley tributaria.

El nacionalismo económico desarrollista de gran parte de los padres fundadores de los Estados Unidos, que ganaron la disputa con liberales económicos como Jefferson, permitió forjar la primera nación industrial fuera de Europa, luchando contra el veto británico a la industrialización americana ([i]). El impulso estatal y el proteccionismo a la industria incipiente fue crucial, no solo para lograr la independencia económica de Gran Bretaña, sino también para convertir a Estados Unidos en la fábrica del mundo y la primera potencia mundial ([ii]). Recordemos este tema crucial abordado en el Tomo I: mientras que por un lado EE.UU. abrazaba con fuerzas el liberalismo político, por el otro, miraba con desconfianza y suspicacia el liberalismo económico de Adam Smith que pretendía mantener el Statu Quo  que beneficiaba a su Patria. Gran Bretaña era y debía ser la fabrica del mundo, mientras que EE.UU. estaba destinado a la agricultura, “Adam Smith y J. B. Say expresaron la creencia de que los Estados Unidos, lo mismo que Polonia, tenían especial vocación para la agricultura” (List, 1841, p.190) ([iii]). Esta trampa británica imperialista, fue potenciada con la «teoría de las ventajas comparativas» del globalista David Ricardo.

Todas estas ideas, a diferencia del país del norte, que las estudiaban con suspicacia y rechazo, Argentina las supo abrazar de manera incuestionable, con fuerza y entusiasmo, con todos los resultados a la vista, Raúl Scalabrini Ortiz supo describirlo en su libro: “Política británica en el Rio de la Plata”, destacando la estrategia subordinante en el plano económico y financiero, donde a través de empréstitos usurarios, Argentina iba enajenando sus riquezas y soberanía ([iv]). Todo esto ha definido el destino diametralmente opuesto de EE.UU. y la Argentina, que durante el siglo XIX y principios del XX los ojos del mundo miraban ambas naciones prósperas, preguntándose cual llegaría a ser el estandarte del futuro. Mientras que en el país del norte tenían líderes políticos como John Adams diciendo: “Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación. Una es a través de la espada y otra es a través de la deuda” ([v]). En el país del sur los políticos azuzados por la misma diplomacia británica, tomaban empréstitos alegremente de la banca británica, para pagar “la fiesta del Estado”, con un ejército de empleados públicos acomodados y ociosos muchos de ellos. Créditos destinados al gasto inmediato y no a la creación de riqueza genuina que sirviera a la colectividad. Tal política llevaría a la imposibilidad de restituir el capital prestado, y al impago de los intereses. Para evitar la cesación de pagos, vendrían renegociaciones de más préstamos para pagar los anteriores, incluyendo más intereses, condicionantes políticas y la enajenación de la riqueza y la Soberanía Nacional. Dificultando así el problema del endeudamiento, hasta hacerlo un mal sistémico, un dispositivo de subordinación imperial.

De manera ejemplar EE.UU. se independizó de Gran Bretaña, en el plano político, económico y financiero; mientras que Argentina se independizó políticamente de España, pero se convirtió en una colonia económico-financiera del imperio británico, por ignorancia, complicidad y/o cooptación de su casta política. 

El papel que desempeñaba el Imperio Británico con sus colonias, lo desempeña ahora la oligarquía globalista con todos los países del mundo, con la ventaja de poseer tecnologías avanzadas y no tener un centro visible geográfico vulnerable a ataques o rebeliones. El Globalismo es una forma evolucionada de Imperialismo y sometimiento.

¿De dónde viene la tensión entre globalismo económico y nacionalismo económico? El siguiente es un análisis inédito que el lector no encontrará en ningún libro de historia ni de economía.

Desde la década del ´70, se popularizó en las compañías norteamericanas la Doctrina Friedman ([vi]), más conocida como “Teoría del Accionista”, que afirma que la única responsabilidad de una empresa es aumentar los beneficios para los accionistas, dejando al margen toda responsabilidad social.  Esto dio pie a legitimar la deslocalización de la industria estadounidense del territorio nacional. La elite globalista vía el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), vía el Departamento de Estado, la FED y el Tesoro, comenzaron a fomentar el traslado de todo poder industrial hacia distintos países de Asia, convenciendo al Pentágono que era una buena idea, siempre y cuando se conservase la tecnología de punta en EE.UU., ya que eso era lo que le daría la “ventaja y poder a EE.UU.”

Caen en la trampa de la economía globalista de la desindustrialización, no advirtiendo que esto provocaría una gran debilidad estructural a largo plazo. La deslocalización de la industria nacional arrojaría el  20% de la población al desempleo y la pobreza, y unas 60 mil industrias se mudarían de América hacia países asiáticos. Este fue un efecto de la globalización económica repudiado por la clase media norteamericana que sufrió en carne propia sus consecuencias. La destrucción de las fronteras económicas a través de tratados de libre comercio que favorecían asimétricamente a naciones en desarrollo como China, socavaron al productor y al trabajador norteamericano. Siguiendo la Doctrina Friedman, que mejora los beneficios de los accionistas a través de la reducción de costos brindada por la mano de obra barata-esclava asiática, la industria norteamericana se trasladaría primero a Taiwan, Corea, y luego a China. Es así como se explica el nacimiento artificial de los “tigres asiáticos”.

Después de las crisis financieras y el ascenso vertiginoso de China que gozó de la transferencia masiva de tecnologías, ciertos estamentos patriotas del poder militar descubren este error estratégico y deciden reindustrializar EE.UU. Para ello consideran vital reflotar el proteccionismo nacionalista, neutralizando la retórica liberal-globalista del mercado universal sin fronteras.  Los tratados de libre comercio que benefician a otros países y perjudican a Estados Unidos debían ser desmantelados.  Y eso hizo Trump apenas entró a la Casa Blanca, cancelando el NAFTA y el TPP (Trans-Pacific Partnership). El poder político del establishment, tanto demócratas como republicanos, no estaban de acuerdo con reindustrializar, porque ya han sido cooptados por la oligarquía financiera internacional. Ya no responden al Interés Nacional, responden a la planificación centralizada del CFR, la FED y su agenda globalista.

La misma burguesía industrial (antes muy patriota) tras varias décadas de deslocalización, beneficios exorbitantes y evasión fiscal, se ha transformado en una burguesía industrial cosmopolita, totalmente desinteresada del destino de EE.UU., su principal y exclusivo interés pasó a ser aumentar ganancias. Las voces de volver a «hacer Estados Unidos grande de nuevo» son en parte, la reivindicación de un retorno al nacionalismo económico. America First, solo refuerza el mensaje antiglobalista. La política arancelaria que fascina a Trump era un medio para un fin.

De esta manera surge una reacción popular dentro del ejército, que impulsa a Trump al poder. Desde el comienzo hasta los últimos días de su mandato, el presidente contó con el respaldo militar explícito (mayoritario). Sin embargo ¿Cómo pudo cometer el establishment político  un error tan grave en el pasado? Los patriotas fueron inducidos al error por parte de la oligarquía financiera internacional, de creer que el beneficio de desindustrializarse era mayor que la pérdida.

¿Cómo lo hicieron? ¿Cuál era el supuesto beneficio? ¿Cómo los globalistas le vendieron esta bomba de relojería a la elite patriota? El panorama cripto-económico neoimperialista era el siguiente: La supremacía mundial estadounidense se lograría a base de:

a) Convertir el Dólar en la Divisa hegemónica indiscutible del mundo.

b) Convertir a EE.UU. en la potencia militar Nº1 del planeta.

c) Controlar la mayor fuente de energía moderna: el petróleo.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos había logrado estos tres objetivos, pero la oligarquía financiera internacional enquistada en los resortes de poder americanos, veía como una amenaza a los magnates industrialistas patriotas. 

Así es como la oligarquía financiera  termina dando un golpe mortal a la oligarquía industrial, convenciendo al establishment político  de los beneficios que reportaría exportar dólares (papelitos sin valor real, es decir riqueza ilusoria), a cambio de importar productos fabricados en el exterior (riqueza real tangible). ¿Para qué tomarse la molestia de fabricar todo, si puedes fabricar solo billetes verdes que el mundo acepta alegremente y con ellos puedes comprar la riqueza real creada y producida por otros? Suena bien, pero es autodestructivo a largo plazo, requiere la aniquilación de la industria nativa y la destrucción de los trabajadores. Trump vio esto y quiere revertirlo.

La oligarquía financiera internacional tiene en su poder la Reserva Federal, es decir el Banco Central que emite los dólares. Su sueño era lograr que el dólar se convirtiera en Divisa estándar global, de ese modo lograrían que la “maquinita de imprimir billetes” no solo les permitiese tener a sus pies a Estados Unidos, sino también al mundo entero. 

La oligarquía financiera tenía su propia agenda, que en su lado monetario coincidía con la agenda patriota. Haber logrado los acuerdos de Bretton Woods casi al terminar la Segunda Guerra Mundial fue un acto de genialidad compartida entre la elite financiera y la elite patriota. En aquel entonces, en medio de las negociaciones, el economista británico John M. Keynes proponía la utilización del DEG (Derechos Especiales de Giro), antes que el dólar como divisa mundial; en cambio los patriotas estadounidenses que prácticamente ya habían ganado la guerra, impusieron sus condiciones por su propia fuerza. El dólar salió como ganador de la pulseada, la elite patriota estadounidense se benefició, puesto que todos los países tomarían como referencia su moneda. Por otro lado la oligarquía financiera internacional también se benefició, ya que podrían emitir el dinero que todo el mundo aceptaría, tras serle concedido el mayor privilegio de la historia.  

Exportar dólares que no valen nada e importar productos tangibles, es una forma de esclavizar y expoliar al mundo de manera disimulada a través del monopolio de la moneda global (dólar). Alrededor de la década del ´70 esta idea prendió en toda la elite rectora de EE.UU. y es posible corroborar el golpe de timón con los hechos. Para lograrlo fue necesario acabar con el patrón oro, de modo de poder imprimir sin límites, y con ello poder ir adquiriendo la riqueza real (recursos y productos) a cambio de riqueza simbólica (dólar-bonos del tesoro americano).

Esta es una de las formas parasitarias que denomino como «Apropiación Asimétrica», en el contexto de la «Teoría Sobernista». La impresión masiva de dinero sería inflacionaria en una economía de un país común y corriente, pero al tener al dólar como estándar mundial les permitía poder hacerlo de manera no inflacionaria, e incluso con el privilegio de exportar esa inflación a los demás países. 

En resumidas cuentas, la fiesta americana era y es pagada por cada una de las naciones del mundo que aceptaban el sistema monetario internacional dominado por el dólar. El Imperio Español hizo algo similar en su tiempo, una vez que fueron inundados con el oro descubierto en América apuntalaron su moneda internacionalmente, luego desmantelaron su protoindustria y comenzaron a importar bienes producidos en otros países con una balanza comercial negativa, al igual que los Estados Unidos de hoy.  

Es por esta lucha intestina entre patriotas y globalistas que, el país del norte pasó de ser una nación industrial-capitalista autosuficiente y aislacionista, a una nación financierista, parasitaria, imperialista y postindustrial. Durante el proceso de globalización, toda su economía pasó de estar basada en el sector secundario (industria) a estar basada en el sector terciario (servicios).

Antes de desmantelar su industria, lo único que EE.UU. necesitaba, era lograr que los billetes verdes fueran aceptados por el mundo como depósito de valor. Los acuerdos de Bretton Woods lograron establecer el dólar como divisa Nº 1 a nivel global. Independientemente de su patrón oro o petróleo, lo crucial era mantener al dólar como moneda hegemónica a nivel mundial. Por décadas probaron  todos los medios: Aceptación (Bretton Woods), uso-circulación (petrodólar), imposición (poder militar). No olvidemos que el dinero-oro circula porque tiene valor, mientras que el dinero-papel tiene valor porque circula.

La garantía de último recurso era “la fuerza del garrote”: el poder de presión indiscutible de la primera potencia militar. El dólar se aceptaría por las buenas o por las malas. Irak y Libia quisieron en su momento abandonar el dólar para comerciar su petróleo, la respuesta no se hizo esperar, fueron invadidos y sus presidentes derrocados por EE.UU. Ahora el mundo ha descubierto el engaño e intenta desacoplarse de la imposición de tener que comerciar con dicha moneda. Vladimir Putin ya desde el año 2011 hablaba de este privilegio exclusivo que tenía la potencia norteamericana. Rusia y China están hoy vaciando sus reservas de dólares y bonos del tesoro, y están adquiriendo oro en grandes cantidades. Ahora EE.UU. enfrenta un gran desafío, ya que esos países no pueden ser invadidos ni sus líderes derrocados de manera fácil. 

¿Con todo este cambio estructural, cuál era la pérdida para Estados Unidos? Abandonar el rol de fábrica del mundo, generaría dependencia hacia  productores extranjeros, y si la fábrica del mundo se concentraba en un solo país como China, la dependencia hacia ese país llegaría a ser peligrosa. Sin contar que se estaba creando un rival de manera gratuita, semejante amenaza fue subestimada. A la oligarquía financiera internacional no le interesaba, ya que los países son meras carcazas a los que parasita y utiliza para apuntalar su propia fuerza de multiplicación exponencial. Lo hizo con Holanda, lo hizo con Gran Bretaña, lo hizo con EE.UU. y cuando éste último país sea débil, lo abandonará y parasitará a China reconvirtiendo su esencia, llevándola desde su aislacionismo a una nación neoimperialista.

La oligarquía financiera es apátrida, expansionista y globalista. El parasitismo improductivo no es capitalismo, es neofeudalismo.  

Por otro lado  tras la deslocalización, la nueva pobreza generada en suelo americano por el desempleo y el precariado (empleos precarios e inestables) creaban una debilidad estructural en EE.UU.

La debilidad nace con la dependencia y ésta se produce cuando cierras la industria y abres la frontera a productos chinos.

*LA INDUSTRIA es la fuente de generación de riqueza real -presente y futura-.

*LOS PRODUCTOS son la riqueza real presente.

*EL DINERO es riqueza ilusoria o simbólica basada en la confianza. Es, o debería ser, solo un símbolo de la riqueza real creado para facilitar el intercambio en sociedades complejas.

Estados Unidos abandonó por 50 años su industria, y pasó a importar productos -de allí la balanza comercial estructuralmente negativa- manteniendo al dólar alto.

¿Pero qué sucede si hay una corrida contra el dólar y su poder hegemónico tambalea hasta caer?

Ya no tienes la INDUSTRIA (creadora de riqueza), mientras que peligra el suministro de PRODUCTOS (riqueza), porque el mundo ya no quiere, ni usa tanto tu dinero. En los últimos años, muchos países se están desacoplando del dólar, están dejando de usarlo para comerciar con sus propias monedas. El petrodólar está desapareciendo, ya que los países árabes están comenzando a comerciar con yuanes chinos y euros. La nueva moneda de los BRICS ([vii]) disputará la supremacía del dólar junto al euro. 

Si el dólar ya no es la divisa Nº1 del mundo (DINERO), Estados Unidos reducirá drásticamente la compra de PRODUCTOS, y no podrá fabricarlos ya que no tiene la INDUSTRIA. Eso es una debilidad estructural. La supremacía norteamericana que antes era sólida y completa, es cada vez más ilusoria y endeble. La dependencia hacia factores externos, e incluso una nación rival es mucho mayor.

La moneda china no es hoy divisa de reserva mundial, es decir aquel país asiático no tiene la riqueza ilusoria (DINERO), pero si posee la INDUSTRIA y los PRODUCTOS, es decir, la riqueza real. China es por esta razón, una nación más independiente a factores externos y a naciones poderosas.

¿Ahora se entiende porque Trump impulsó la reindustrialización de EE.UU. luchó contra los globalistas e hizo la guerra comercial a China?

Por Theo Belok, extractos de "Trump contra el Globalismo" Tomo II. Pág. 250-256.



[i] Gullo, M. (2019). La Insubordinación Fundante. Editorial Biblos Politeia. 4ta edición. Buenos Aires. Cap. 5. La insubordinación estadounidense. Pág 83-101.

[ii] Gullo, M. (2012). Insubordinación y desarrollo. Las claves del éxito y el fracaso de las naciones. Editorial Biblos Politeia. Buenos Aires.

[iii] List, F. (1841). Sistema Nacional de Economía Política. Fondo de Cultura Económica (1997) México. p 190. Archive.org. https://archive.org/details/sistema-nacional-de-economia-politica-friedrich-list-v

[iv] Scalabrini Ortiz, Raúl. (1940). Política británica en el Rio de la Plata. Clarín. La Biblioteca Argentina, serie clásicos Nº23. Editorial Plus Ultra. 2001. Pág 119.

[v] Soriano Llobera, J. (2012). Prensa económica, ¿Ángel o demonio?, de la democracia a la

actualidad. (p. 108). Editorial Bibliolibrary.

[vi] Llamada así debido al economista Milton Friedman. Monetarista y uno de los artífices y arquitectos intelectuales del declive estadounidense.

[vii] BRICS son las inciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Una unión de países surgida por iniciativa de la globalista Goldman Sachs. 





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